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martes, 18 de junio de 2013

WORTHLESS

Hoy me levanté a las 12 del mediodía. Agarré la taza que tenía en la mesita de luz, que tenía marcas de chocolatada, y la llevé a la cocina. La puse en la mesa, con un plato con migas y un par de cubiertos que ensucié para que parezca que desayuné. Tomé mucha agua. Mamá me llamó ye dijo que almuerce yo, porque tenía que pasar por el banco a buscar plata. Perfecto. Puse carne en el microondas el suficiente tiempo como para que llene la cocina de olor. La escondí entre la basura y comí medio tomate cortado en mínimos pedacitos. Perfecto. A la tarde no comí nada. Perfecto. Hace un rato, mamá se fue a teatro y me dejó cosas para que me prepare sánguches. Inmediatamente me ideé un plan para agarrar los ingredientes que "comería", y tirarlos. Pero hice algo que después analicé y corregí.
Si separo los ingredientes, va a parecer que comí. Correcto.
Tal vez si armo el sánguche va a ser mas fácil tirarlo. ¿Correcto?
Y tal vez, si le doy una mordida, la sensación de hambre se va a ir. Incorrecto.
Después de unos minutos, tenía mi estómago lleno de dos sánguches y bastante agua, para que sea más fácil vomitando.
Ustedes saben, princesas, que no soy la mejor vomitando. Pero lo intenté. Y de acá sale el título de esta entrada. Inservible. Me metí los dedos en la garganta y logré sacar, con esfuerzo, lo que fue con suerte una mordida de un sánguche. Un poco más. Un poco más. Cuando me di cuenta que no iba a poder, me enjuagué la boca con agua y tomé cuatro tragos. Un poco más. Un poco más. Cuatro tragos. Un poco más. Y nada más. No se si saben, pero cada "fase" de vómito mía, consta de microvómitos. Vomito muy de a poco. Así que salí del baño, botella de agua en mano, decepcionada de mi misma, con ojos rojos. Estoy muy decepcionada. Mucho. Siento la comida en mi estómago y quiero morirme. ¿Cómo puedo ser tan gorda? ¿Cómo puede ser que no haya logrado vomitar aunque sea la mitad de lo que comí? ¿Por qué nada de lo que quiero hacer me sale?
Puedo ver cómo se me cae el cielo encima. Siento el peso de los kilos de grasa que tengo adentro. El peso de la inutilidad que tengo, de lo estúpida que soy. Me doy cuenta de que no sirvo para nada. Ni si quera para vomitar. Se me parte la cabeza y lo único que quiero en este momento es dormirme y no despertarme más. O despertarme flaca. Si entrara un ladrón ahora y me apuntara con una pistola, haría cualquier cosa que se que le molestaría, para que me dispare. Un tiro certero en la frente, y todo termina. Todo el dolor, la comida, el frío, los problemas. Todo. En un segundo.
Y sería perfecto.

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